Por. Virginia Palacios Expósito
Neuropsicóloga U. Complutense de Madrid
La cocina puede resultar una de las actividades más estimulantes para los pacientes con demencia, especialmente para las mujeres, por el componente emocional y social que tiene en la vida personal y familiar.
Por tales razones se recomienda que esta actividad se mantenga bajo la supervisión del cuidador durante el mayor tiempo posible, buscando garantizar la seguridad del paciente y aprovechar los beneficios asociados.
Se debe tener en cuenta que las acciones que puedan representar algún peligro, tales como cortar o poner al fuego los alimentos, deben evitarse en la medida que el paciente haya perdido las facultades necesarias para la ejecución segura de las mismas, especialmente en fases avanzadas de la enfermedad.
Las características del paciente, la actitud del cuidador, la disponibilidad de tiempo para la supervisión y la evolución de la enfermedad han de ser evaluadas periódicamente para establecer el momento en que deben establecerse limitaciones para la ejecución de dicha actividad.
La práctica frecuente de la cocina contribuye a fortalecer la atención, la memoria y otras funciones mentales, la autoestima, el rol familiar y social, la capacidad funcional y la integración del paciente.
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