Un artículo publicado en El País, plantea que la exposición a frío extremo podría ayudar a restaurar las conexiones neuronales y por ende convertirse en una alternativa terapéutica para la enfermedad de Alzheimer (EA).
Cada año, los osos y otros mamíferos experimentan una
drástica caída de su temperatura corporal durante la hibernación y para ahorrar
recursos dentro de sus cerebros, muchas conexiones entre neuronas - las sinapsis-
desaparecen, siendo generadas nuevamente al finalizar la estación fría,
garantizando la continuidad de la memoria.
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