El envejecimiento poblacional trae como
consecuencia un aumento en la incidencia de trastornos patológicos asociados
con la edad.[1] Las alteraciones de la
función cognitiva representan una de las principales causas de consulta en los
adultos mayores, la prevalencia de este tipo de patologías es variable de
acuerdo con el nivel cultural, el acceso a los servicios de salud, la calidad
de la atención y los medios disponibles para un diagnóstico adecuado, sin
embargo, el impacto que tienen en la calidad de vida y la relación con el
riesgo de sufrir demencia las convierten en un problema de primer orden en el
panorama epidemiológico de la población geriátrica.[2]
Kral fue el primero en establecer la
existencia de dos patrones de envejecimiento cognitivo, uno benigno y otro
maligno. El primero, que puede ser considerado fisiológico, se relaciona con la
pérdida de memoria, especialmente de información episódica reciente de poca
relevancia para el individuo; y el segundo, considerado como una alteración
patológica de la cognición, relacionado con la pérdida de memoria que se
presenta en el curso de los procesos demenciales. Investigaciones posteriores
han planteado la existencia de una relación, aun sin aclarar por completo,
entre las alteraciones, benignas o malignas de la memoria, y la aparición de cuadros de demencia, dando lugar a la
aparición de nuevas clasificaciones enfocadas a precisar el diagnóstico y
establecer el pronóstico del paciente a largo plazo.[3]
La relación existente entre el
envejecimiento y la disminución de las funciones cognitivas ha sido demostrada
ampliamente por diferentes grupos de investigadores. En términos generales, la
pérdida de memoria asociada a la edad parece estar relacionada con la
disminución de la eficacia en el procesamiento y recuperación de información,
especialmente de aquella información que se encuentra almacenada en la
memoria de corto plazo y/o en la memoria
episódica reciente (comentarios, razones, lugares donde se han dejado las
cosas, entre otros).[4]
La mayor parte de los estudios
clínicos llevados a cabo para valorar la función mnésica mediante la aplicación
de pruebas neuropsicológicas específicas han demostrado que individuos sin
demencia, con edades comprendidas entre setenta y setenta y cuatro años, pueden
obtener puntuaciones hasta un cincuenta por ciento más bajas que las que se
encuentran en sujetos con edades entre 25 y 34 años y que esta diferencia
aumenta proporcionalmente en personas que se encuentran por encima de los 75
años.[5]
La investigación más importante acerca
de la relación existente entre la edad y el desempeño cognitivo fue llevada a
cabo en 1955 mediante la aplicación de la Escala de Inteligencia Wechsler para
adultos (WAIS - R). De acuerdo con los resultados obtenidos en este estudio de
corte transversal, las funciones cognitivas presentan un deterioro progresivo a
partir de la tercera década de la vida, no obstante, dada la gran cantidad y
diversidad de variables que pueden influir el proceso de evaluación
neuropsicológica (diferencias cognitivas individuales, nivel premórbido, trastornos
concomitantes, criterios y condiciones de aplicación de las pruebas, entre
otras), no ha sido posible definir con exactitud puntos de corte plenamente
confiables.[6]
Estudios longitudinales posteriores
han arrojado resultados contradictorios entre las cohortes evaluadas. Algunos
investigadores han demostrado que puntuaciones elevadas obtenidas por
individuos sin evidencia de alteraciones cognitivas en las pruebas efectuadas a
través del tiempo no se alteran en forma significativa, sin embargo, otros grupos
han confirmado la existencia de una disminución variable de la capacidad
cognitiva frente a pruebas neuropsicológicas especializadas a pesar de la
ausencia de disfunción cognitiva de base en los sujetos de investigación.[7]
Los problemas de memoria asociados con
la edad parecen tener origen en una disminución de la eficiencia en los
procesos de almacenamiento y recuperación de la información. Según Joshi y
Morley (2006), el recuerdo de eventos pasados se basa en la evocación de
información almacenada en la memoria de largo plazo, la cual puede estar
acompañada por detalles contextuales específicos (recolección) o por la
sensación de que una situación determinada es nueva o vieja (familiaridad).[8]
La evidencia existente permite afirmar
que la recolección tiene asiento anatómico en el hipocampo y que la
familiaridad depende de conexiones neurales del rinocórtex, viéndose más
afectada la primera que la segunda a lo largo del proceso normal de
envejecimiento. Aparentemente, el paso del tiempo determina una disminución
funcional de las conexiones neuronales de la red hipocampo – área
retroesplénica – corteza témporo parietal, fenómeno que se ve compensado con un
incremento en la actividad de la red neural existente entre el rinocórtex y la
corteza frontal.[9]
Los procesos cognitivos comprometidos
con mayor frecuencia después de los cincuenta años son la capacidad de
manipulación de información (memoria de trabajo), la ubicación de la
información en tiempo y espacio (memoria episódica), la conceptualización
(memoria semántica), el uso de la información almacenada en forma inconsciente
(memoria implícita) y el recuerdo libre
de palabras e historias (memoria a largo plazo). Las diferencias en relación
con la edad son menores si se trata de recordar información y no de codificar o
retener dicha información en el sistema.[10]
[1] Joshi S, Morley J. Cognitive Impairment. Medical
Clinics of North America . 2006; 90 (5): 769 – 87.
[2] Ramírez - Expósito
MJ, Martínez – Martos J.M. Alteraciones neuronales inducidas por procesos
degenerativos en el sistema nervioso central. Influencia del envejecimiento
normal y patológico. Rev Neurol 1999; 29: 824 – 33.
[3] Bartrés – Faz,
Clemente I, Junqué C. Alteración cognitiva en el envejecimiento normal:
nosología y estado actual. Rev Neurol 1999; 29:64 – 70
[4] Palacios V. La Memoria Humana.
Documento Electrónico disponible en: http://neuropsicologia-palacios.blogspot.com/. Última consulta: Agosto de
2009
[5]
López O.L. Clasificación del deterioro cognitivo leve en un estudio
poblacional. Rev Neurol. 2003; 37: 140 – 4.
[6] Bennett D. Mild Cognitive
Impairment. Clinics of Geriatric Medicine. 2004;20: 15 -25.
[7] López O.L. Op
Cit. 4
[8] Joshi S,
Morley J. Op. Cit 1
[9] Kelley
R.E. Memory Complaints and Dementia. Primary Care. 2004; 31 (1): 129 – 48.
[10] Kelley R.E. Op Cit. 9
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